Licantropía y medicina


A lo largo de la historia, se ha tratado de explicar el fenómeno de la licantropía desde una perspectiva racional, o, cuanto menos, despojada en lo posible de vínculos legendarios. En lo posible, porque, como veremos, la temprana medicina está envuelta ella misma de un halo mítico.

Afecciones psíquicas

I. Melancolía.

Una de las primeras explicaciones de este tipo sobre la licantropía, la encontramos en la medicina griega ,  que la define como una forma de “melancolía” (término en desuso hoy, y entendido como un subtipo de  “depresión”).

En la teoría de los humores,  originada a partir de la obra de Hipócrates (460-377 a.n.e) y Galeno (129-200 n.e.) la “melancolía”, es la “bilis negra”, uno de los cuatro humores corporales de cuya proporción en la persona determinaba el carácter, y de cuyo equilibrio dependía su salud.

“"Hay en efecto cuatro humores en el hombre, que imitan a los diversas elementos; aumentan en diversas estaciones reinan en diversas edades. La sangre imita al aire, aumenta en la primavera reina en la infancia. La bilis (amarilla) imita al fuego, aumenta en verano reina en la adolescencia. La melancolía (bilis negra) imita a la tierra, aumenta en otoño, reina en la madurez. La flema imita al agua aumenta en invierno, reina en la senectud. Cuando no se apartan ni por mas ni por menos de su justa medida, entonces el hombre está en todo su vigor".[1]

Las enfermedades físicas que se consideraban también provocadas por un desequilibrio de bilis negra (por ejemplo la soriasis, o la epilepsia) eran denominadas en ocasiones melancolía. Así mismo, la palabra melancolía designaba también un carácter propenso a ella, aunque no enfermo. Por último, con el paso del tiempo, se llamó melancolía al estado de tristeza transitorio.

Sin embargo, el significado de melancolía que se relaciona estrechamente con la licantropía, es el de enfermedad mental, que se considera  también originada en el desequilibrio de la bilis negra. Esta enfermedad se caracteriza por que el afectado padece miedo, o tristeza prolongados, a los que se añaden otros síntomas, como el insomnio, el tedio...  se consideró también que un exceso de bilis negra podía provocar alucinaciones y locura.

Durante el Renacimiento, algunos autores  (por ejemplo Johann Weyer, o Reginal Scott) intentan minimizar en sus tratados el daño que sobre las criaturas de Dios puede ocasionar el Diablo, con el fin de contradecir la idea, más o menos popular – vinculada a los procesos inquisitoriales -, que el Diablo podía transformar físicamente a los hombres en bestias. En este momento se afirmará que sólo puede avivar su imaginación, hacerlos presa de terribles alucinaciones, y de este modo vuelve a considerarse la “licantropía melancólica” como explicación  al fenómeno de los hombres-lobo, así como a otras metamorfosis zoomorfas.

Los partidarios de esta explicación aumentan, de modo que el término “insania lupina” o “manía lupina” se generaliza para describir a aquellos que se consideran a sí mismos lobos, o bestias en general, y actúan como tales. Fuera del contexto estrictamente médico, también se populariza el término, apareciendo en la literatura de la época.

Las descripciones procedentes de diferentes fuentes acerca de los hábitos de los afectados por la insania lupina repiten ciertos elementos; salen de noche, aúllan, se pasean por los cementerios dónde cazan, o extraen los huesos de los muertos de sus sepulcros, trasladándolos de lugar[2].



II. Locura.

Hacia el s.XVII se empiezan a establecer diferencias entre la melancolía y la locura. En su “Anatomía de la melancolía” (1621), el fisiólogo Robert Burton[3] escribe:

   “(...) la locura (...) mucho más violenta que la melancolía, llena de furia y de estrépito, con miradas, reacciones y gestos horribles que perturban tanto la mente como el cuerpo de los pacientes con enorme vehemencia, sin ningún temor ni tristeza, con fuerza y audacia tan impetuosas que, en oportunidades, tres o cuatro hombres no pueden sujetarlos.”

 En cuanto a la licantropía añade:

“ (...) Se produce cuando los hombres corren aullando entre las tumbas y campos durante la noche, estando persuadidos de que son lobos o alguna especie de bestias. Aetius y Paulus consideraron que se trataba de una especie de melancolía, pero yo me referiré más bien a esto como locura, como también otros lo hacen.

 En El libro de los hombres lobo, de Sabine Baring-Gould[4] (1865),  se presenta el mito del hombre lobo como una “terrible superstición” y perdura la aceptación de la licantropía como una forma de locura:

“(...) En realidad se trata de una forma de locura, como se puede comprobar en la mayoría de los manicomios. Entre los antiguos, esta clase de demencia recibía los nombres de “licantropía”, “kuantropía” o “boantropía”, porque quienes la padecían creían transformarse en lobos, perros o vacas[5]. (...)”

 Sin embargo, para Baring-Gould el licántropo es un psicópata, una especie de maníaco que no ha podido superar el reclamo de una crueldad innata,  y al que la sed de sangre, de torturar a otras criaturas, enajena. En  este sentido citará varios casos que tendrían más relación con un comportamiento “criminal” en términos humanos, que con el reino animal.


III. Autismo.

El autismo, podría ser también una explicación al comportamiento de algunos “hombres lobo”, aunque más cercano al fenómeno de los “niños salvajes”[6]. Los niños autistas estudiados en Chicago, en 1950, fabricaban madrigueras y preferían la comida cruda, atacaban a sus cuidadores en ocasiones y corrían de noche en pequeños grupos, como hubieran hecho los niños salvajes. Estos niños estarían mejor preparados para sobrevivir en condiciones extremas, ya que soportan hambre, dolor y temperaturas extremas; por lo que es probable que la mayoría de niños salvajes hubieran sido autistas abandonados por este motivo.


IV. Alucinógenos

Al igual que sucede con el “vuelo de las brujas” al aquelarre en la imaginería de la inquisición, otra de las explicaciones recurrentes al fenómeno de la licantropía se centra en el consumo voluntario o involuntario de sustancias alucinógenas. Teoría que viene de antiguo, y que, con mayor o menor éxito, también ha llegado a nuestros días[7].

 Una intoxicación involuntaria podía darse por el consumo del cereal dañado por el hongo claviceps purpúrea (cornezuelo del centeno)[8]. La intoxicación por este hongo provoca daños en el sistema nervioso central, que se pueden manifestar en convulsiones, y alucinaciones similares a las provocadas por el LSD; también puede ocasionar la gangrena de las extremidades.                                                       

El uso de ungüentos con fines mágicos es conocido desde la antigüedad. Pero durante las persecuciones de los tribunales de la Inquisición el tema se recupera, tomando especial relevancia;  entonces es el Diablo el que, tras el pacto con el brujo/a, le da el ungüento o la receta del mismo para que pueda volar o transformarse en animal, con el fin de cumplir los servicios que el Diablo solicite, o de acudir al aquelarre a rendir vasallaje.

 Para adornar el relato aún más, a las pociones y ungüentos comunes para sanación ( cuya composición se supone a base de hierbas tóxicas como el acónito o la belladona ), ahora se les añaden ingredientes “extra” como  “sangre” de varios animales, o humana; o la grasa de niños asesinados con ese fin...  Esta explicación formaba parte del compendio inquisitorial, de modo que a las confesiones forzadas se las obligaba a entrar en esta pauta.

Esta teoría resulta lógica - una vez se ha limpiado de estos elementos “demoníacos”- , pues  las personas intoxicadas podían creer que veían realmente hombres lobo o considerarse a sí mismas como tales. Pero a la vez  resulta realmente pobre a la hora de explicar la generalidad de el fenómeno de la licantropía ( y al mismo tiempo del vuelo de las brujas). Baste con decir que  para inducir  a voluntad el tipo de estados alterados de conciencia que los defensores de esta teoría defienden, el uso de alucinógenos no es estrictamente necesario.

 Afecciones Físicas

 Al mismo tiempo que encontramos alteraciones psíquicas comunes en los afectados por la licantropía, también se documentan algunos rasgos físicos comunes asociados a la misma. Recuperando el texto de Robert Burton[9]:

 “ (...) Los afectados se esconden durante la mayor parte del día y salen de noche, ladrando y aullando por las tumbas y desiertos; según Altomarus, por lo general, tienen ojos hundidos, costras en las piernas y muslos, y se ven resecos y pálidos”.

Hemos visto que enfermedades físicas, como la epilepsia o la soriasis eran atribuidas por la medicina griega a un exceso de “bilis negra”, pero existen aún dos raras enfermedades, desconocidas en aquellos tiempos, que podrían haber contribuido a nutrir la imaginería del mito del hombre lobo.


I. Hipertricosis.

Se trata de un crecimiento inusual del vello corporal, que no causa dolor, ni alteraciones de la personalidad, aunque por otro lado la reacción del entorno puede causar problemas psicológicos al afectado.

 Se pueden diferenciar tres tipos de hipertricosis[10]:

Hiperticosis lanuginosa congénita.- El lanungo es un pelo suave y blanquecino que aparece en los neonatos, y desaparece comúnmente en el primer mes de vida. En el caso de los afectados de hipertricosis este vello no sólo no desaparece, sino que puede crecer durante toda la vida, cubriendo la totalidad del cuerpo, salvo las palmas de manos y pies. Esta variedad de hipertricosis puede desarrollarse de  forma tardía, y también puede aclararse el vello hasta desaparecer.

Hipertricosis congénita o “Síndrome de Ambras” - Una forma hipertricosis congénita, en la que el vello es grueso, sobretodo en el área facial, y posee coloración. Este cabello crecerá a lo largo de toda la vida.

Hipertricosis focal lumbosacral, “cola de Fauno” o “cola falsa”.- Se trata de un área de cabello lanugo en la zona  lumbosacral; aparece en el neonato y se   conserva hasta la edad adulta. El normalmente un signo de un disrafismo de la espina dorsal. Es necesario hacer una investigación neurológica y radiológica en estos casos.


II. Porfiria.

Las porfirias son trastornos  hereditarios del metabolismo. La porfiria implica anomalías en la producción de pigmentos de hem, sustancia básica para la producción de la hemoglobina  (pigmento de los glóbulos rojos), de la mioglobina (pigmento rojizo de las células musculares) y otras substancias llamadas citocromos[11].

El cuerpo no llega a  evacuar las porfirinas (productos intermedios tóxicos) que se depositan en la piel y que son fotosensibles, lo que produce la aparición de enrojecimientos, erupciones  y descamación de la piel cuando se expone al sol. Estas  lesiones tienden a ulcerarse, lo que puede ocasionar la pérdida progresiva de tejido, implicando una posible mutilación  de orejas, nariz,  párpados, labios, dedos...  además, sobre las zonas sensibilizadas a la luz se altera la pigmentación y se desarrolla una vellosidad anormal. Las porfirinas son también expulsadas a través de la orina y la saliva. La porfiria puede causar malformaciones dentales.

La porfiria puede manifestarse tanto en la niñez, como en la edad adulta. Durante un ataque agudo, que puede llegar a ser mortal, se puede presentar debilidad y dolor muscular; pero también cambios de la personalidad, y cambios sensoriales.

Un enfermo de porfiria podría haber sido visto por sus vecinos como un hombre lobo, rondando de noche, con el rostro mutilado por la úlcera, cubierto por una vellosidad excesiva, los dientes malformados expuestos y teñidos de rojo, etc. Durante el ataque, el pobre afectado podría gemir de dolor, o ver alterada su personalidad , teniendo un comportamiento anormal.



NOTAS:

[1] http://www.herreros.com.ar/melanco/lugares.htm

[2] A parte del aullido, es difícil comprender hoy en día que semejanza con el comportamiento lobuno pueden tener estas acciones. El lobo es un animal resistente, que en tiempos de escasez puede alimentarse de prácticamente cualquier cosa; el lobo no desprecia la carroña, incluyendo los restos humanos. Durante las guerras, los lobos seguían a los ejércitos, y lo cierto es que se producía un crecimiento general en las manadas, al aumentar sus posibles fuentes de alimentación. Después de esto, era más frecuente que los lobos atacaran a las personas vivas, al haberse llegado en ocasiones a especializar en esta presa, como en condiciones naturales pueden especializarse en la caza de otras.

No faltan casos documentados de lobos que entraron en camposantos hasta mediados del s.XIX para desenterrar los cadáveres y  devorarlos, a lo cual podemos dar dos explicaciones; o bien se trata de un período de hambre extrema, o el individuo se ha especializado en esta carne, pero ya no la encuentra de otro modo.

[3] Jorge Fondebrider, “Licantropía: historias de hombres lobo en occidente”,  ed. Adriana Hidalgo. Buenos Aires, 2004.

[4] Sabine Baring-Gould, “El libro de los hombres lobo. Información sobre una superstición terrible.”,  ed.Valdemar, Madrid, 2004.

[5] Entre los niños ferales, también se documentan criados por vacas.

[6] Hay una página exclusivamente dedicada a este tema.

[7] Se puede consultar la conocida obra del antropólogo  Marvin Harris. “ Vacas, cerdos, guerras y brujas”. (1974).

[8] http://www.iqb.es/cbasicas/farma/farma06/plantas/efectos/ergot.htm

[9] “Anatomía de la melancolía” (1621). Jorge Fondebrider, “Licantropía: historias de hombres lobo en occidente”,  ed. Adriana Hidalgo. Buenos Aires, 2004.

[10] http://www.adioscalvicie.com/atlhipc.html

 http://www.nevertobenext.blogspot.com/2006/02/extravagancias-fenotpicas-ii-el.html

[11] http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/ency/article/001208.htm

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