Visión del lobo en la Edad Media

    Traducción de extractos de  "Le Loup au Moyen Age". http://www.haut-koenigsbourg.net/loups/documents/moyena.htm

    EL LOBO, MONSTRUO Y DEMONIO

    A principios de la Edad Media, entre los celtas, el guerrero envidiaba a los lobos su poder y atrevimiento. Algunos soldados galos incluso recubrían su casco con una cabeza de lobo después de comer su corazón. Pero el lobo es también un animal inteligente y paciente, capaz de esperar horas antes de atacar a su presa. El pastor desatento se hace robar a sus ovejas, el agricultor sus aves. Rápidamente nacen oscuras leyendas contadas en la noche cerrada. Se culpa al lobo ahora de las desapariciones, ahora de las agresiones.

    Desde la Alta Edad Media, Carlomagno (en 813), reglamentará la caza del lobo. En primer lugar, dará lugar a los loberos encargados de hacer desaparecer a los lobos por cualquier medio. Las grandes desgracias de la Edad Media obligaron al lobo a acercarse del humanos. Se acostumbrarán a las presas domésticas.

    Se constataron entonces las primeras devastaciones sobre las manadas. Los lobos empujados por el hambre llegan incluso hasta entrar en las ciudades y los pueblos. Muy rápidamente la imagen del lobo lo presenta como algo diabólico, devorador de niños. En el siglo XII, la mera idea del lobo aterroriza al pueblo, su imagen de monstruo, de bestia, ha anclado en las mentalidades.

    El nacimiento del animal de mano de Eva se describe en el Roman de Renard. Al lado de la imagen del lobo estúpido (Ysengrin) del que el malvado zorro abusa, se podía descubrir cómo la mujer que había implicado el hombre en su caída creaba también al animal demoníaco que iba a atormentar sus noches.

    Sin respuesta, la Iglesia omnipresente en el mundo medieval, tiene una parte de responsabilidad en esta sombría imagen del lobo. La moral judeo-cristiana justificó y explicó estos miedos que atormentaban a señores y vasallos. El lobo no sería otro que el Diablo, o su servidor que, devorando los cuerpos, se apropiaba de las almas.

    En la iconografía cristiana, el lobo aparece en principio como un símbolo de las fuerzas diabólicas que amenazan al rebaño de fieles representados por corderos. En el Fisiólogo de los primeros años de la cristiandad, el lobo que es un animal listo y malvado, se hace el muerto cuando encuentra una persona, para atacarle mejor a continuación. El « lobo disfrazado de pastor » simboliza a los falsos profetas que tienen por objetivo "corromper a los inocentes".

    Des del siglo IV, San Ambrosio, obispo de Milan afirmaba: « Si el lobo amenaza con saltar sobre ti, toma una piedra, y huirá. Tu piedra, es Cristo. Si te refugias en Cristo, él no podrá atemorizarte". El lobo era, pues, para los cristianos, una amenaza tanto para su cuerpo como para su alma. Esta imagen de la pura e inocente oveja puesta en peligro por la sombra del lobo permanecerá por largo tiempo en nuestro inconsciente colectivo. (...)

    En los Misterios, obras representadas en las plazas de las catedrales, los actores que encarnaban al Diablo estaban recubiertos por una piel de lobo, reforzando la imagen popular del animal diabólico.

    En el « Bestiaire de Pierre de Beauvais » del siglo XIII, se puede leer una condena del lobo sin nombre. « El lobo representa al Diablo, pues prueba constantemente odio hacia la raza humana, y merodea en torno a los pensamientos de los fieles con el fin de errar sus almas. […] Los ojos del lobo que brillan en la noche, son obras del diablo, que parecen bellos y agradables a los hombres desprovistos de razón, y a aquellos que son ciegos en los ojos de su corazón. [...]El lobo roba toda fuerza de gritar a un hombre cuando lo ve él primero, y así este hombre no puede recibir la ayuda de personas que se encuentran lejos él. »

    En la edad Media, el lobo fue, pues, el chivo expiatorio del Maligno. Capturados en vida, algunas veces fueron juzgados y condenados a la hoguera. Las habladurías sobre los pactos con el Diablo, su presencia junto a las brujas que los cabalgaban para ir al aquelarre, sus ataques contra los niños asustados; son historias se extienden de pueblo en pueblo.

    Los naturalistas de la época no tenían una opinión mejor que los campesinos del lobo. « El lobo es un animal terrible. Su mordedura es venenosa porque de buen grado se alimenta de sapos.La hierba no vuelve a crecer por allí dónde pasa". Los conductores de lobos que atormentaban los oscuros bosques acompañados de sus siniestros camaradas mantenían los miedos. Muchas historias, en todas las regiones de Francia, los citan con temor o respeto. Estos hombres, se decía, hablaban con los lobos, curaban la rabia… pero cuando llamaban a su puerta, caída la noche, era necesario darles techo y cena, ya que podían también pedir a sus lobos que atacaran.

    En el siglo XIV la imagen del lobo no mejoró demasiado. « El lobo adora la carne humana, y puede ser si es muy fuerte, que no coma de otra » dicen las Crónicas. Gaston III de Foix, dice Phébus, enunció las mismas creencias, precisando en todo momento que el lobo prefería los niños « que tienen la carne más tierna ».

    A principios del siglo XV, el Reino de Francia se rasga por la guerra de los Cien Años y la guerra civil. En 1421, el invierno fue tan largo que en el mes de junio, la vid aún no había florecido. El hambre segaba a la población. « Los lobos desterraban de sus tumbas los cuerpos de la gente que se enterraba en ciudades y campos; pues por todas partes donde se iba, se encontraban muerte por la gran pobreza que sufría en campos y ciudades. »

    En julio de 1493… « venían todas las noches los lobos a Paris, y atacando a menudo tres o cuatro juntos, se llevaban a la víctima arrastrándola por los pies por París. » El Journal d'un Bourgeois de Paris cuenta lo mismo: « En este tiempo (noviembre 1438) venían los lobos a Paris desde el río y se llevaban a los perros, y se comieron a un niño en la plaza aux Chats tras les Innocents. » El hambre había obligado a los lobos a acercarse a los hombres. En este tiempo de escasez, las callejuelas oscuras cubiertas de desperdicios donde retozaban cerdos, aves y ovejas eran un terreno de caza inesperado. En los campos de los alrededores, los rebaños son atrapados. Los lobos se acercan a las granjas para entrar en los gallineros y los establos. Algunos pensaron que el gusto del lobo por la carne humana venia de los festines que los campos de batalla les ofrecían. Sobre este hecho, abundan numerosas historias en todas las épocas. En 1477, el cuerpo de Charles el temerario será también devorado por los lobos en el campo de batalla. (...)
   

    EL LOBO SÍMBOLO DE VALENTÍA O DE ARREPENTIMIENTO

    La Iglesia, en la Edad Media, hizo del lobo el compañero del Diablo. Los Tratados de montería hablaban de un "bestia negra" que debe clasificarse entre las "alimañas". El Roman de Renard, del siglo XII muestra a un Ysengrin desequilibrado y estúpido. Con todo, en Francia, más de 1200 familias llevaron escudos de armas o incluso divisas "al lobo". En el siglo XV, Antoine de Ligne, príncipe de Mortagne, funda en Hainaut la orden de caballería del Lobo para « devorar al lobo de Borgoña ».

    El lobo era allí un símbolo de valentía, fuerza y atrevimiento. Esta imagen había nacido de la observación del lobo en caza. Ya, durante la Antigüedad, los Romanos lo habían adoptado por esta razón como uno de los emblemas de sus legiones. El 16 de agosto de 1513, se dijo, el condeArtois fue acompañado por un verdadero lobo erguido que combatió por él en la batalla des Eperons.

    Incluso el mundo cristiano encontró cualidades en el salvaje animal. En numerosas leyendas hagiográficas, el lobo encarna el arrepentimiento. Ciertos Santos tenían el poder de transformar su ferocidad en piedad. Desde el siglo XV, en Normandía, San Loup (Lobo) le pasó una estrella alrededor del cuello. Un siglo más tarde, Santa Austreberthe le hará reemplazar en su tarea al asno que había devorado. Al lado de muchos santos, el lobo cumplirá las funciones más diversas: perro lazarillo, transportador de piedra, buey de labranza, guardián del ganado.

    En la literatura profana de la edad Media, los autores hacen referencia regularmente a los « garoués », hombres metamorfoseados en lobos. Este hombre cautivo en el cuerpo del animal continúa teniendo sentimientos humanos que el no puede expresar por la palabra. Cuando un hombre lo trata con afecto, a menudo un caballero o su dama, el garoué se convierte en su protector, del que no se separará jamás. Se hace mención, por ejemplo, en el Ciclo Artúrico, al lado del Rey Arturo.

    Se encuentra muy lejos entonces de la imagen del monstruo demoníaco. Aunque los hombres lo temieran por su fuerza, su resistencia o su inteligencia, no podían evitar respetarlo y admirarlo por las mismas razones. (...).

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