La Cueva de Coyote

Traducción de una de las historias de Coyote de Wayne Ude, basadas en la tradición Nativa Americana.
    
    Estas historias tienen lugar en los primeros días del mundo, pero no al principio de todo. De hecho, parece que hay pocos cuentos nativos del “principio de todo”. Los nativos americanos tradicionales tienden a ver el tiempo como algo circular, por lo que el mundo no tiene realmente un principio y nunca acabará – aunque pueden haber transformaciones tan completas que parezca que el viejo mundo acaba y uno nuevo lo remplaza.

    Por esto esta historia comienza cuando la tierra ya existía en algún lugar bajo el agua.  Coyote y Lobo  también existían, y los animales submarinos. De hecho, probablemente todos los otros animales vivían en algún lugar; simplemente aún no habían subido a la tierra.

    Cuando estas historias empezaron en los primeros días del mundo, Coyote y los otros tuvieron que aprender cómo funcionaban las cosas. Ciertamente, ellos no tenían demasiado claro como empezar con todo. De hecho, ellos no estaban demasiado seguros de lo que eran o como habían llegado hasta allí, mucho menos de los poderes que tenían, o cómo utilizarlos. Ellos estaban un poco confundidos al principio – Coyote siempre está un poco confundido, incluso en la actualidad.

    

    La Cueva de Coyote
    

    Coyote y Lobo habían flotado en una balsa días y días sin haber visto tierra, o otras balsas, o algo nadando en el agua. Ellos estaban confundidos: ninguno podía recordar que habían estado haciendo antes de encontrarse en la balsa.  Esto no incomodaba demasiado a Coyote, quien a menudo no podía recordar, o eso pensaba – no podía estar seguro, puesto  no podía recordar si  tenía cosas que recordar. Lobo, sin embargo, estaba seguro de su memoria, que a diferencia de la de Coyote,  había sido siempre aguda y confiable, aunque no podía recordar nada antes de la balsa, tampoco. Por eso Lobo concluyó que aquella balsa flotando sola en el agua infinita debía ser la primera cosa que había sucedido: este debía ser el principio del mundo, y él y Coyote debían ser, los primeros seres en el mundo. Lobo estuvo bastante orgulloso de sí mismo por llegar a esta conclusión, por eso no esperó para decir a Coyote: “Este es el principio de las cosas,  y nosotros somos los únicos seres en el mundo!”

    Todo eso le pareció bien a Coyote, pero él quería saber de qué cosas era el principio era balsa. Lobo no pudo decírselo, aunque él pensaba que debía ser algo. Tal vez bajo toda aquella agua podía haber tierra, pensaba Lobo, pero no estaba seguro de que pudiera nadar, y propuso a Coyote sumergirse y traer un puñado   - si Lobo tuviera una pequeña porción de tierra, tal vez pudiera hacer algo.

    Coyote  miró la superficie del agua azul y profunda, la probó – ¡salada! -  y dijo que él tampoco estaba seguro de poder nadar. Ellos necesitarían alguien que pudiera bucear para una tarea como aquella.

    Justo entonces, aunque estaban seguros de encontrarse solos sólo un momento antes, Lobo se dio cuenta que Colimbo nadaba junto a ellos. Entonces Lobo preguntó a Colimbo si podía bucear. Colimbo rió –Coyote envidió esa risa y trató de imitarla, mientras Lobo le decía que callara para que Colimbo pudiera responder. Colimbo dijo que sí, que podía bucear, y Lobo le pidió que se sumergiera y trajera un poco de tierra. “Sólo un poco”, dijo Lobo, “es cuanto necesitamos, si esta historia va por dónde yo creo”.

    Coyote quería preguntar a Lobo que iba a hacer, pero Lobo le hizo callar y esperaron que Colimbo regresara “No sé que haremos si no lo hace”, dijo Lobo. Coyote respondió que ellos simplemente tendrían que enviar abajo uno de los otros buceadores. Lobo estaba a punto de preguntar “¿Qué otros buceadores?” Cuando vio a Pato, Marsopa, y muchos otros, flotando y nadando alrededor de la balsa. “¿Cómo has hecho eso?” Preguntó a Coyote.

    “¿Cómo he hecho el qué?” Respondió Coyote.

    “No importa”, dijo Lobo, “Creo que he visto a Colimbo, pero seguramente nada lento”  y todos miraron fijamente dentro del agua. “No parece que esté nadando en absoluto”, dijo Gran Tortuga, a quién nadie había visto hasta entonces. “Creo que tal vez está en problemas”.

    Lobo estaba a punto de preguntar a Gran Tortuga de dónde venía cuando Colimbo   llegó a la superficie y quedó tendido allí, bocabajo en el agua. Gran Tortuga lo subió a la balsa, donde Lobo y Coyote saltaron arriba y abajo en su pecho hasta que Colimbo se cansó de aquello y regresó a la vida.

    Colimbo no trajo nada de tierra consigo, pero él buceó lo suficientemente profundo para ver que había un poco más lejos. Luego otros buceadores lo intentaron, pero la mayoría regresaron en las mismos condiciones de Colimbo, menos Marsopa. Ella buceó hasta el final y regresó sin problemas, pero no tenía garras para traer algo de tierra. Trató de traer algo en su hocico, pero resbaló. Cuando Coyote y Lobo estaban a punto de decir lo mismo, Gran Tortuga dijo “está bien, iré”.

    Tortuga tenía un aspecto divertido – tenía un caparazón en su espalda, y aletas dónde sus pies deberían haber estado – pero Lobo y Coyote empezaban a desesperarse, por eso dijeron “está bien, espalda-dura, anda ves”. Ellos estaban un poco irritados, y aún un poco más asustados, por eso no podían ser demasiado educados.

    Gran Tortuga estuvo fuera  largo tiempo, y finalmente, ella, también, regresó inconsciente; pero ella había agarrado un minúsculo pedacito de barro con sus garras, y un poquito más había quedado en los surcos de su caparazón. Cuando los otros buceadores pusieron a Tortuga sobre la balsa para revivirla, Lobo pudo recoger suficiente tierra para hacer una minúscula bola, tan pequeña que difícilmente la podía ver. Coyote no la podía ver en absoluto, aunque dijo que podía; sin embargo estaba mirando en el lugar equivocado, y Lobo no le creyó.

    “Bien”, dijo Coyote, “No es muy grande, ¿no? No será fácil salir de la balsa a eso, ¿no?”. “Ciertamente, no”  Tubo que admitir Lobo. “No podemos salir a eso aún. Pero tal vez ella crezca”.

    Se sentaron por uno o dos días, Lobo observando la pequeña bola de tierra, y Coyote a veces mirando a Lobo y a veces mirando el lugar dónde Lobo decía que la pequeña bola estaba. Entonces Coyote empezó a aburrirse y empezó a murmurar.

    “Qué ocurre” dijo Lobo, disimulando no oír.

    “He dicho”, gritó Coyote tan alto como pudo, “que necesita ser más grande! ¡Que necesita ser más grande, eso es lo que he dicho! Grande, he dicho, grande “- Se interrumpió porque justo al decir “grande” por cuarta vez, la bola de tierra había empezado a crecer, y Coyote la pudo ver. Después de aquello, se preguntó si Lobo le estaba gastando algún tipo de broma.

    La bola de tierra crecía rápido. Primero llegó al extremo de la balsa donde estaba Lobo y luego a dónde se encontraba Coyote, y luego los empujó a ambos al agua, donde ellos aprendieron que, después de todo, podían nadar un poco. Ellos chapotearon alrededor, tratando de subir ala bola mientras ella crecía, y crecía y crecía, y finalmente lograron salir del agua a la tierra, que estaba húmeda de todos modos.

 Entonces Coyote empezó a lamentarse, “¡Todo húmedo e incómodo! ¡Nuestras rodillas están hundidas en el barro! ¡Estábamos mejor en la balsa!” .

    Lobo le dijo que se callara. “Pronto las cosas se secarán.”

    “Bien, deseo que eso ocurra rápido; que sea tan rápido como deseo; ¡ rápido, he dicho, rápido!” Después de la cuarta vez que Coyote habló, la tierra empezó a secarse  y a verdear con las primeras hierbas y los primeros pequeños brotes de lo que serían árboles, pero Coyote no mostró demasiado interés por aquello.

    “Tengo hambre”, gimoteó Coyote, pero Lobo le ignoró, y los nadadores se escondieron en el agua dónde no tuvieran que escuchar a Coyote. “ Tengo hambre”, gimoteó Coyote otra vez, “tengo hambre, tengo hambre, tengo hambre!” Pero nadie la prestó atención porque eso es lo que Coyote siempre dice, posiblemente porque siempre es verdad, y diciéndolo una vez más no cambia nada.

    Coyote se lamentó cada vez más alto, y pronto estuvo danzando arriba y abajo, llorando por la comida  tan alto como su voz le permitía. “ ¡Debería haber comida! ¡Debería haber comida! ¿Que clase de mundo es este? ¡Debería haber comida! He dicho, ¡debería haber comida!”.

    Justo entonces, con un pequeño “¡crack!” Se abrió una cueva  en las rocas – algo del barro se secó tanto que llegó a convertirse en roca – y las hormigas empezaron a salir, una larga fila de hormigas.

    Coyote miró a las hormigas y dijo, “¿Esto es comida, tal vez?”. Empezó a lamerlas sólo algunas, por eso aún hay hormigas en el mundo. Coyote  pensó que eran una agradable y crujiente comida, pero no lo podía decir porque Lobo quería algunas y tal vez no hubieran suficientes para ambos.

    Las hormigas no eran demasiado grandes, y Coyote pensó que nunca tendría suficientes. Pronto Coyote empezó a quejarse otra vez porque otros insectos empezaron a salir de la cueva  junto a las hormigas y algunos de ellos no eran buenos para comer – los escarabajos no le gustaron nada, y las abejas picaron su lengua cuando trató de llenarse la boca con ellas.

    Mientras tanto Lobo estaba mirando a Coyote y riéndose de él, aunque Lobo, también estaba debilitado a causa del hambre. Coyote estaba cansándose de trabajar tan duro por la comida, por eso dijo “¡Estas cosas deberían ser más grandes! ¡Deberían ser grandes! ¡Grandes, he dicho, deberían ser grandes!” Entonces ratones, musarañas, conejos y otros pequeños animales salieron de la cueva.

    Coyote había empezado a contarlos al salir,  pero no estaba seguro si eran los gritos, o la danza, o el decir las cosas por cuatro veces lo que había hecho posible aquello. El no quería regalar nada a Lobo, que aún estaba observándolo de cerca, por eso permaneció quieto y dejó pasar a los pequeños animales. Lobo aconsejó a Coyote que escogiera un conejo, pero Coyote dijo “No, los conejos parecen duros”,  y desde entonces lo han sido.

    Pasado un rato, Coyote  estaba cansado de ver a conejos y visones y ratas almizcleras y castores y todos los demás pequeños animales, y gritó “¡Deberían ser aún más grandes! ¡ Deberían ser aún más grandes! Más grandes, he dicho, más grandes” Al poco, antílopes, ciervos y alces salieron de la cueva.

    Lobo insistió “ Vamos ahora, vamos a coger uno de esos.“ Pero Coyote respondió, “No, vamos a esperar algo realmente grande - creo que lo acabo de oír, estemos preparados”, y se prepararon para saltar sobre el próximo animal que apareciera.

    Pudieron escuchar el siguiente subiendo de bajo tierra mucho antes de que llegara. Coyote decidió que saltaría en cuanto asomara el hocico, y así lo hizo. Pero esta vez fue Oso Grizzli el que llegó a la superficie. Grizzli rugió al ver a Coyote saltando en el aire hacia él, y Coyote casi muere de miedo al ver los colmillos y la roja y cálida garganta de Oso.  Coyote estaba seguro de ser la comida de Grizzli – pero, por suerte, no lo dijo.

    En lugar de eso, chilló, “¡No comes coyotes! ¡No comes coyotes! ¡No comes coyotes, he dicho, no comes coyotes!”. Grizzli lo empujó a un lado y corrió hasta desaparece entre los árboles que habían estado creciendo todo este tiempo, dónde ningún inconsciente pensara en molestarlo.

    Coyote estuvo rodando largo rato, con el hocico tocando su cola, llenando de magulladuras el resto de su cuerpo; y tuvo un largo camino de regreso. Cuando llegó, Lobo y sus amigos – aquellos otros lobos que debían haber salido de la cueva mientras Coyote no prestaba atención – aún estaban rodando por la hierba, riéndose y aullando “¡No comes coyotes! ¡No comes coyotes, he dicho, no comes coyotes!”

    Entonces oyeron otro ruido desde bajo tierra. Esta vez Coyote se apartó del camino en cuanto vio que era. El ruido era cada vez más cercano, y Coyote vio una gran cabeza peluda con cuernos aproximándose a la salida de la cueva; se encogió aún más, pensando en el buen sabor de las hormigas. “¡Apartaos!”  Gritó. “¡Este tiene cuernos!” y  se escondió tras una gran roca, tras la que cabía incluso su cola.

    Entonces el búfalo corrió fuera de la cueva  ante los que se habían escondido tras las rocas. Lobo empezó a reír de nuevo, pero esta vez de sí mismo y sus amigos. Al oírlo, Coyote asomó su hocico por encima de la roca, comprobó que estaba a salvo, y trepó encima.

    Lobo le dijo entonces, “¡Esto es lo que quiero cazar!”

    Aunque Coyote no había visto claramente al animal desde detrás de la roca, había visto aquellos cuernos perfectamente y este era incluso más grande que el anterior, por eso le dijo burlón a Lobo, “¿Cazar eso? ¡Deberás esperar cerca de los barrancos y abatir a los pequeños, o a los viejos y enfermos, si quieres cazar algo tan grande!” Lo dijo sólo una vez, por eso no entendió porque Lobo le golpeó. Pero Lobo ya se había hecho una idea como Coyote tenía que decir las grandes cosas cuatro veces para hacer que ocurrieran, mientras que las pequeñas cosas se hacían realidad incluso si solo las decía una vez.

    Lobo y sus amigos se fueron corriendo a acechar cerca de las manadas de búfalos, y esperar a un cachorro de búfalo, o un búfalo viejo o enfermo. Coyote decidió volver a comer hormigas, o tal vez  cazar alguno de aquellos conejos, que no hacía mucho le parecían tan duros. Pero primero se detuvo frente a la cueva y gritó, “¡Basta! ¡Basta! ¡Estamos  huyendo de los grandes! ¡No más, he dicho, no más!” Escuchó un rato, no oyó nada más viniendo, y salió de allí a buscar más hormigas, orgulloso de sí mismo por poner fin a la carrera de nuevos animales. De todos modos no había ninguno para salir después de Búfalo, como Lobo había imaginado. Pero Lobo aún estaba bastante molesto  porque Coyote lo había convertido en un cazador de débiles y viejos, y no había dicho nada.

    

    FUENTE:Wayne Ude : “Maybe I Will Do Something”,  Seven Coyote Tales, Ed Houghton Mifflin Company, Boston, 1993. Pp.  0-9



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